Todo pasa por algo

Recientemente en Miami viví una odisea al intentar regresar a Santo Domingo a través del vuelo 1511 de American Airlines: vuelo retrasado, luego cancelado y siete horas parada en una fila de rebooking que terminó en la madrugada de un domingo.

Por fortuna -como nota positiva- logré tomar un vuelo que partió a las 8:30 a.m. hacia Punta Cana, ciudad aproximadamente a dos horas y media de Santo Domingo, donde resido.

Tiempo de malestar, desinformación, incertidumbre y desvelo en el Aeropuerto Internacional de Miami hicieron que la culminación de este viaje, importante para mi carrera, concluyera con un sabor amargo. El mal rato era un recordatorio constante de la película La Terminal (2004), aunque nada se compara a los años que le tocó vivir en la terminal 67 a Viktor Navorski (Tom Hanks).

Días después, serena y contenta en mi casa analicé la experiencia y llegué a la habitual conclusión de que todo pasa por algo.

Para empezar no estuve sola en la travesía, fui muy dichosa por eso. A las dos de la tarde del sábado me saludó en la puerta de embarque una chica rubia muy simpática (hasta ese momento no recordaba su nombre), con quien había cruzado algunas palabras en varias reuniones familiares en Miami. Ni Vivian ni yo imaginábamos que ahí comenzaba una sociedad y complicidad de cafés, de pastelitos, de corridas hacia filas más cortas, de cuidarnos los equipajes de mano, de conversaciones kilométricas hasta llegar a Santo Domingo 24 horas más tarde. Ese ángel caído del cielo fue clave para que el impasse fuera más llevadero para mí. Realmente no éramos las únicas afectadas, cientos de pasajeros de todas las nacionalidades reclamaban ser reubicados en distintos vuelos de American Airlines. En la fila escuchábamos toda clase de penurias por no llegar a tiempo a sus lugares de destino, la situación era un real caos.

A pesar de cualquier contratiempo Miami siempre será una ciudad muy atractiva por muchas razones, su naturaleza cosmopolita seduce a quienes disfrutamos de ambientes multiculturales. En mi caso, algo que me entusiasma al visitar esa urbe es compartir con mis amigos miamenses, ocasión en la que también intento localizar a mis compañeras del Colegio Santo Domingo que residen en esa ciudad aunque pocas veces logro verlas por distintas razones: unas chicas viven lejos de la ciudad de Miami, otras tienen múltiples compromisos laborales y familiares. Algunas de ellas no son dominicanas por lo que jamás han regresado a Quisqueya y desde la época escolar no las he vuelto a ver.

Gracias a las redes sociales he reconectado con varias compañeras que viven en distintos países, de otra manera permanecerían solo en mi memoria o en la fotografía del anuario del Colegio. Lo cierto es que sin importar el cómo ni el cuándo, el recuerdo de cada una me hace vibrar las fibras del corazón como si el tiempo se hubiese detenido en nuestra época de estudiantes. Estoy segura que a muchos de los que me leen les pasa lo mismo, pues las amistades de la infancia tienen un matiz especial, forman parte de nuestro crecimiento emocional.

Con cariño recuerdo a Leida y a Laura, un par de gemelas fraternas puertorriqueñas, hermosas por dentro y por fuera, cuya simpatía las hizo ganar tantas amigas en el Colegio que pocas veces veíamos a las hermanas juntas. Compartí mucho más con Leida porque nos tocó tomar clases juntas en repetidas ocasiones. Su dulzura poco usual a esa edad de joven presumida me cautivaba, no entendía cómo siendo adolescente podía “ser feliz” todo el tiempo. Además la caracterizaba una atención absoluta a quien le conversaba, una gran sonrisa y tono de voz pausado y dulce con acento boricua.

Laura igualmente preciosa, de cabello fino con matices dorados, también tenía lo suyo. La recuerdo muy inteligente, siempre simpática y muy cortés con todos.

En Facebook “descubrí” a ambas luego de aproximadamente 30 años sin tener noticias de ellas y lo mejor aún fue enterarme que estaban a la vuelta de la esquina: Miami, ya ambas profesionales, madres, esposas e igual de bellas.

Leida y Laura

En algunas visitas a la Florida, les he escrito con la intención de verlas pero por varias razones el encuentro no ha sido posible. Hace unos años Laura partió al cielo y desde lejos vivimos, mis compañeras y yo, esa pena. Ya no la volveré a ver, me quedaré por siempre con su recuerdo. En cambio a Leida, recientemente le propuse vernos pero un viaje a México lo impidió, lo que indicaba que por el momento seguiría viéndola solo por las redes sociales.

Eso pensaba yo. Hasta que a raíz del caos viajero que les contaba en un inicio, en la madrugada del domingo tuve que salir corriendo al escuchar el aviso de un cambio de puerta de salida de mi vuelo hacia Punta Cana. Corrí con Vivian a lo largo del pasillo del aeropuerto -sorprendentemente muy concurrido al amanecer- donde casi choqué de frente con una rubia de sonrisa inconfundible que debe haber quedado sorda porque el espacio retumbó al gritar su nombre: ¡LEIDA!

El encuentro duró pocos segundos pero lo suficiente para fundirnos en un abrazo que expresó lo que con palabras no pude. La promesa de volver a vernos fue nuestra despedida, Dios quiera que así sea.

Agarrada de la mano de Vivian llegué corriendo a la puerta de salida, con el corazón acelerado y lágrimas de emoción que borraron todo lo que había vivido en las últimas 24 horas.  

Ahora, al recordar el momento pienso que todo pasa por algo.

¿Qué opinas?

8 comentarios

  • Melba R. Jiménez Chávez

    Ay Titi Jackie, tienes ese don de escribir tocando nuestras fibras más íntimas. 

    Al igual que tú, he finalizado mi lectura con lágrimas en los ojos, pues trajiste a mi memoria a nuestra inolvidable y encantadora Leida, a quien penosamente no he vuelto a ver JAMÁS y cómo lamenté y me entristeció la partida de Laura, pero que sin duda, sé que descansa en los brazos amorosos del Padre.

    Ciertamente las amistades en nuestra etapa escolar nos marcan, por eso vivo ORGULLOSA Y PRIVILEGIADA de contar con tu VALIOSA AMISTAD, que con los años lo que ha hecho es consolidarse, incrementando en mi, además del AMOR, mi admiración y respeto hacia tu persona.

    Agradezco cada una de tus enseñanzas, tus invaluables consejos para practicar los buenos modales y el propósito escondido en las situaciones NO tan buenas. 

    Deseo que JAMÁS vuelvas a pasar por la odisea que te tocó vivir en ese viaje, pero que se remitan finales FELICES como el que te tocó con ese efímero, pero memorable encuentro, con nuestra querida Leida.

    Mi amor para las dos.

  • Mercedes Fanduiz

    Querida Jackie no se quien se emocionó más si tú o yo, leer tu relato me transporto al pasado como adolescente recordando lindos momentos con Laura y Leída y me trajo al presente llena de alegría nuevamente te felicito escribe de manera llana humilde pero con mucha sabiduria

  • Así es querida Jackie, todo pasa por algo, siempre en mi actitud de mente positiva repito y llevo presente que: TODA ADVERSIDAD TIENE UN BENEFICIO. Abrazos.

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