Jackie Viteri

El jovencito entró a la cocina de su casa en el momento en que su mamá preparaba la cena, y le extendió un papel en el cual había escrito algo.

La madre se secó las manos, se puso los lentes y leyó el papelito, que decía: “Por sacar la basura: $3.00; por ir al colmado: $5.00; por limpiar mi cuarto: $5.00; por mis buenas notas: $10.00; por barrer el patio: $6.00. Total adeudado:$29.00”.

La mamá miró al muchacho, tomó una hoja de papel y un bolígrafo y se sentó a escribir. Al poco rato le extendió a su hijo la hoja que había escrito, que decía así:

“Por los nueves meses que te llevé dentro de mí durante el embarazo: gratis; por las malas noches pasadas por causa tuya; gratis; por las oraciones elevadas en mi soledad para que todo te salga bien: gratis; por preocuparme cada día por tu educación y tu futuro; gratis; por los juguetes, los alimentos, las ropas y hasta por sacudirte la nariz cuando tienes gripe: gratis; Total de mi amor por ti: gratis, hijo mío”.

Cuando terminó de leer, dos lagrimones corrían por el rostro del muchacho que sólo atinó a mirar de frente a su mamá y decirle: “Te quiero mucho”. Finalmente, tomó el bolígrafo y escribió al pie de su nota: “Cuenta saldada”.

 Esta historia publicada en la columna Los Buenos Días del Director, de Rafael Molina Morillo, llegó a mis manos en la universidad. Sin tener idea de qué se trataba me tocó leerla en voz alta ante la clase, y casi no pude terminarla, se me hacía un nudo en la garganta.

Desde entonces no he parado de pensar en que no hay tesoro en el mundo que pague la entrega y devoción de una madre o para hacerlo más simple, no hay nada material que “salde” el afecto o amor que recibimos de un ser amado. Como diría una frase muy conocida sólo “amor con amor se paga”.

Una reflexión para que “saldemos” alguna deuda de amor que tengamos pendiente y podamos escribir al pie de la nota: “Cuenta saldada”.