La tienda de las cabezas caídas

“Buenas tardes señor, ¿cómo se siente? dije al guardián al cerrar la puerta del carro. ¡Muy bien señora gracias! respondió con cara de alegre asombro. Al entrar a la tienda del courrier me encontré con ocho personas sentadas (siete caballeros, una dama), saludé con un ¡buenas tardes! Ni una sola respuesta, sólo el más mayor (de algunos 65 años) levantó
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