La tienda de las cabezas caídas

woman wearing eyeglasses in grayscale photography

Photo by Elina Krima on Pexels.com

“Buenas tardes señor, ¿cómo se siente? dije al guardián al cerrar la puerta del carro. ¡Muy bien señora gracias! respondió con cara de alegre asombro.

Al entrar a la tienda del courrier me encontré con ocho personas sentadas (siete caballeros, una dama), saludé con un ¡buenas tardes! Ni una sola respuesta, sólo el más mayor (de algunos 65 años) levantó la cabeza sin responder. Todos cabizbajos y distraídos con celular en mano, esperando sus mercancías.

En el ambiente sólo se escuchaba un televisor, que nadie veía. Mi turno llegó de inmediato, los dependientes estaban desocupados. “Buenas tardes señor ¿cómo está?” le dije. Con cara de asombro me respondió: “Muy bien gracias. ¿En qué le puedo servir?”.

Luego de tomar mi orden, me indicó que debía sentarme al lado de “los ocho demás clientes” y esperar la entrega de mi paquete. Aproveché esos minutos para observar el panorama al que se sumaban nuevos clientes que sólo miraban hacia abajo.

De inmediato me pregunté cuánto tiempo hace que no observo, que no me detengo a ver los detalles, que no veo cómo vivimos, no me doy cuenta que la gente ya no habla, que la gente ya no mira, que la gente ya no saluda, que la mayoría anda con la cabeza hacia abajo o que aquellos que no tienen un celular en mano lucen raros.

Una llamada con mi nombre interrumpió mi pensamiento, tenía que ir a recoger mi paquete. Mientras yo intentaba abrir lo recibido, el empleado llamaba inútilmente al próximo cliente en fila, su teléfono móvil lo tenía ciego, sordo y mudo.

Al final le di las gracias por el servicio, no sin antes desearle un feliz fin de semana. Por segundos abandonó todo para fotografiar en su mente a quien hoy lo había tomado en cuenta. Me pareció que para muchos es sólo un cobrador entrega paquetes a quien poca gente mira a los ojos. Como invisible para la mayoría es, el guardián de seguridad que a mi regreso al carro se detuvo con cortesía a auxiliarme para salir en medio del caos vehicular agradecido por el buen trato y reconocimiento a su labor.

Con frecuencia me refiero a la falta de cortesía y a la escasa buena calidad en el servicio al cliente, hoy me aturdió la falta de cortesía de nosotros, los propios clientes. Me pregunto qué tanto contribuiríamos a mejorar el servicio enseñando con el ejemplo.

Después de varios minutos al volante fue que pude deshacerme de la mala impresión que me causó ese momento de “cabezas caídas”, provocado por un dispositivo que nos está robando no sólo la cortesía, el respeto, las miradas y las sonrisas, sino hasta los momentos más preciados, los de compartir en familia.

Decidí ignorarlo todo y disfrutar de mi nuevo paquete. Ansiaba la nueva lectura sobre el tema que más me apasiona, que en este caso vino con el título perfecto para hoy: Excúsame, Guía para Sobrevivir la Etiqueta Moderna. Qué coincidencia, siento que he recibido una caja de primeros auxilios.

Hasta mi próxima salida. Mientras tanto, te deseo un día lleno de buenos modales.

Un comentario

  • Cesarina García

    Me encanto Jackie. Esto lo vivimos todos los dias, en todos lados y a todas horas. Deberiamos detenernos y pensar a donde nos lleva este comportamiento. Abrazos.

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