Mi regalo llegó antes de Navidad gracias a Altice

Major League Baseball, World Series, Nationals Park, Washington, D.C. 25 de octubre de 2019. John Boal Photography. Cortesía MLB
“Aló, con la Sra. Jacqueline Viteri. Le hablamos de Altice para agradecer su lealtad de 36 años a nuestra empresa” me dijo una señora muy gentil por teléfono. Dos meses más tarde estaba yo viajando a Washington junto a una de mis hijas y a una dinámica pareja de esposos premiada también por su antigüedad en el servicio de cable en su hogar.
Luego de aquella llamada telefónica inicial, que en un principio no tomé en serio, tardó más de 30 días conocer en qué consistiría el premio. “Deseamos obsequiarle, a usted y a un acompañante, un viaje para asistir a los juegos finales de la Serie Mundial de Béisbol (MLB) con todos los gastos pagos: boletos aéreos, hospedaje, entradas a los juegos, dietas”, me citaron en sus oficinas principales para escuchar esto, no pude expresar una palabra.
Estaba en shock. ¿En serio? ¿Una empresa va a premiar mi lealtad? ¿Eso es posible? Demasiado bueno para ser cierto. La ejecutiva de Altice dijo estar sorprendida por mi mudez. Igual reacción tuvo mi “compañero de suerte” cuya mirada desorbitada delataba la magnitud de su sorpresa. En el país, sólo él y yo habíamos sido los premiados.
Gran emoción y alegría sentí en el momento, sin imaginar que “esta sorpresa” sería el mejor escape a todo lo cotidiano y la oportunidad perfecta para compartir con la mejor guía y aliada de viajes, mi hija Claudia.
Por varias semanas interrumpimos las series de Netflix para ver los juegos de los Yankees, los Astros, los Nationals, los Cardinals y demás, esperando los avances de la temporada que determinarían las ciudades donde se celebrarían los juegos finales. Los veía sin fanatismo pues entendía que en el béisbol mi corazón como fan ya estaba ocupado y pintado de azul: ¡soy liceísta desde chiquitica!
Al final clasificaron los Astros de Houston y los Nationals de Washington. El primero, ganador de este campeonato en el 2017. El segundo equipo, nunca se había coronado campeón de la Serie Mundial y parecía enfrentarse a lo imposible, gesta que me hizo apoyar su desafío.
Como nueva aficionada de los Nats, el desenlace no pudo ser mejor. Dios quiso que nuestro destino fuera su casa: Washington D.C. Lugar que recuerdo con gran cariño pues ahí me formé académicamente en la disciplina del Protocolo y he conocido importantes personalidades del arte del saber estar.
Con entusiasmo partimos hacia la capital de los Estados Unidos, imaginando que “la diversión” estaría sólo dentro del estadio National’s Park, pues fuera de ahí era incompatible con la sobriedad, formalidad y el protocolo del washingtoniano.
Desde nuestro arribo al aeropuerto Ronald Reagan, nos llevamos la gran sorpresa. Un letrero daba la bienvenida a todos: “Ha llegado a la casa de los Nationals”, luego en el camino, banderines rojos con la frase: “Termina la Pelea, sigue luchando”. Las tiendas llenas de gente comprando ropa y toda clase material promocional de los Nationals. Al ver esto, inmediatamente cambiamos nuestros atuendos para ofrecer un apoyo completo.
Washington fue una sola fiesta el día del primer encuentro entre Astros y Nationals. Desde muy temprano el tránsito estaba abarrotado con autos y transeúntes luciendo los colores del equipo. En las aceras, los padres paseaban a sus niños en coches con banderines rojos y tarareaban la canción Baby Shark, insignia del equipo.
El entusiasmo era evidente, la ciudad estaba haciendo historia y celebrando lo que se veía venir. Y nosotros fuimos afortunados testigos de esa experiencia única, gracias a Altice.
Entre un taxi y una caminata de varias cuadras y horas, avanzamos entre la multitud que colmó las calles, los trenes, los bares y el estadio Nationals Park. Era imposible definir un punto que no fuera rojo. Esta travesía, de por sí, era emocionante.
De golpe llegamos a lo que parecía un parque de diversiones, un inmenso estadio, bañado de luces, fuegos artificiales y colores, con mucha música y euforia de espectadores que saltaban y cantaban victoria. Mi corazón aceleraba con tanto para ver y sentir. Como el instante en el que observé en un extremo del Estadio a Soto, a Rodney y a Robles, peloteros dominicanos estrellas del equipo de los Nacionales, unidos y arrodillados poniendo en manos de Dios este juego.
Al llegar, nuestros vecinos de asientos nos extendieron la mano con un saludo afectuoso. Fanáticos que habían hecho malabares para conseguir asientos, además de pagar miles de dólares para asistir. Nosotros a su lado, como invitados especiales de la MLB. Altice quiso que nos sintiéramos como reyes y lo logró.
Durante toda la noche, además de disfrutar aprecié el orden, el civismo y el respeto de cada paso: la rapidez de la entrada, a pesar de la larga fila y el estricto proceso de seguridad; la cortesía de los empleados del lugar; la entrega ordenada de banderines a todos los fanáticos (el primer día); el silencio absoluto de los asistentes para escuchar los distintos discursos y los himnos incluidos en el programa; la cooperación de todos los espectadores al solicitar su participación en alguna dinámica; las pausas para apoyar distintas causas sociales ovacionadas de pie; la ausencia de porristas con poca ropa y en su lugar, animadores y mascotas súper graciosos aptos para “toda la familia” y por último, la entusiasta camaradería entre todos los fanáticos.
Y como si todo esto fuera poco, cada vez que tocaba el turno de bateo a un jugador dominicano era recibido con ovación y un contagioso merengue. Esto era como escuchar ¡la filarmónica para nuestros oídos! Momento en el que ondeábamos, con euforia, nuestra Bandera Nacional siendo saludados por fanáticos estadounidenses como reconocimiento al aporte de nuestros criollos a su equipo.
Estuvimos en el primer y segundo juego llevados a cabo en Washington. Todo estuvo perfecto, sólo que no pudimos presenciar una victoria de los Nationals. Parece que el equipo además de luchar para ganar la Serie Mundial, estaba empeñado en establecer el hito de convertirse en el primer equipo en la historia de las Grandes Ligas en lograr todas sus victorias como jugador visitante, pues así lo hizo en Houston donde al final obtuvo su histórico triunfo.
No me tocó vivir en persona la coronación de los Nats como campeones de la Serie Mundial de Béisbol, pero cada segundo en Washington valió la pena. La experiencia me ha permitido reflexionar sobre tantas cosas: la dicha de ser premiada por mi lealtad a una empresa nacional y que lo demasiado bueno también puede ser cierto; que vale la pena creer en lo nuestro (Altice) pues cuando es de calidad, es apreciado a nivel mundial (peloteros); que vale la pena “terminar la pelea” y “seguir luchando” hasta lograr la victoria, aunque tome casi 100 años (¡Go Nats!).
Mi agradecimiento es de ligas mayores. Fueron unas vacaciones sin planear e inmensamente disfrutadas con mi hija y con nuevos amigos. Gracias Altice, gracias MLB por llenarme de felicidad con el mejor regalo de Navidad.
Wow, qué maravillosa experiencia, Titi Jackie!!
Feliz por ti de que tuvieras la fortuna de ser ganadora de un verdadero regalo de «GRANDES LIGAS»
Al igual que tú, tiendo a ser muy escéptica con este tipo de sorteos; sin embargo, por lo vivido por ti me da la esperanza de que cuando menos lo esperamos, la suerte nos puede acompañar.
Bello tu escrito y más aún la hermosa perspectiva de lo aprendido en este inolvidable viaje, disfrutando de una excelente compañía. Tiempo de calidad, con una de tus muñecas, Claudia.
Que la dicha siga siendo tu fiel compañera!!