Cada rostro es un espejo
Combato el caótico tránsito de nuestra ciudad con música. Mientras conduzco me transformo en la “mejor concertista y corista” de Ricardo Montaner, Christian Castro, Miriam Hernández, Rosario Flores, Dyango, Lisette y otros más.
Es poco lo que yo puedo hacer en una ciudad colapsada y sobrepoblada de carros públicos, guaguas (buses), motores y demás. El caos atenta contra mi estado de ánimo, pero no lo suelo dejar. Sonrío, cedo el paso y agradezco las escasas veces que un conductor tiene el gesto de permitirme pasar.
En este espacio -dentro de mi auto- que controlo y donde me niego a que el desorden externo afecte mis emociones, contesto llamadas, escribo algunos posts, leo, canto, sonrío y también reflexiono.
Así lo hice cuando al cambiar de emisora escuché esta fábula que me recordó que cada rostro es un espejo. La comparto:
Se dice que en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa.
El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semi-abierta; lentamente se metió en el cuarto.
Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de ese cuarto habían 1000 perritos más observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.
El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco.
Los 1000 perritos hicieron lo mismo. Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos.
¡El perrito se quedó sorprendido al ver que los 1000 perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él!
Cuando salió del cuarto, se quedó pensando para sí mismo: «¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir más seguido a visitarlo!».
Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y se encontró entrando al mismo cuarto.
Pero a diferencia del primero, este perrito al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se sintió amenazado ya que lo estaban viendo de una manera agresiva.
Posteriormente empezó a gruñir; obviamente vio cómo los 1000 perritos le gruñían a él.
Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros 1000 perritos le ladraron también.
Cuando este perrito salió del cuarto pensó: «¡Qué lugar tan horrible es éste! ¡Nunca más volveré a entrar allí!».
En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: «LA CASA DE LOS 1000 ESPEJOS».
Al escuchar el final me miré en el espejo del carro para observar cuál era el rostro que proyectaba a los demás. No soy responsable de la cara que tengo pero sí del estado de ánimo que proyecto. De él depende, inclusive, el trato que recibo de los demás.
Yo decido, por fortuna, si quiero sonreír o ladrar, a sabiendas de que en función de esa elección recibiré una respuesta. Por eso estoy “equipándome” con una selección musical más amplia para “derramar” música y alegría en mi ruta citadina.
No olvidaré que mi rostro es un espejo.
¿Y tú, cómo te ves en la casa de los mil espejos?
Hola! Jackie, Yo también haré como el primer perrito, así logramos un mundo mejor.
Muy bien! Gracias por su comentario. Un abrazo!
Linda fábula y tremenda lección la recibida con la casa de los 1000 espejos. En efecto, la vida es como un espejo pues te devuelve lo que le das. Así es que como TODO depende de nuestra actitud procuraremos, pese a las adversidades, poner nuestro MEJOR ROSTRO, para recibir de vuelta ROSTROS SONRIENTES, ALEGRES Y FELICES!!
Te invito a seguir cantando en medio del caótico tránsito de nuestra ciudad, pues NO vale la pena INCOMODARNOS porque de todos modos, no resolvemos absolutamente NADA, más que afectar nuestra salud!!
El que se asome por tu lado saldrá beneficiado porque tendrá 1,000 caras felices a su alrededor! Gracias por comentar y así lo haré. Un abrazo