Yo no limpio las calles

basurero 2

El convulso tránsito citadino es un tormento cada día. Es más, a veces parece que salir a la calle es asistir a un circo. Tienes que hacer maromas, evitar que te choquen, cuidarte tú y cuidar a los descuidados. Adivinar si el semáforo funciona, o peor aún, todo pasa en las narices de los  AMET (policías de tránsito) y no hacen nada.

Aumentar la velocidad en la Ave. Tiradentes, frente a Wendy´s, de 40 a 80 millas por hora, como si estuviera en el Grand Prix, pudiera parecer extraño. Salvo a punto de cerrar la puerta del Colegio de Sarita o cuando voy con unos minutos de retraso a un evento en el Teatro Nacional.

Hasta ahora suena bien, ¿y qué tal ir a esa velocidad detrás de una docena de mazorcas? Mazorcas tan desgranadas que parecían haber atravesado las cuchillas mejor afiladas de la ciudad.

MIENTRAS, YO ACELERABA PARA ALCANZARLO

 maiz comido2Cada mazorca que caía desde la ventana de aquel carro verde me iba enfureciendo más y más. Si el conductor de aquel carro hubiera sido un niño hasta hubiera pensado que estaba marcando su camino de regreso. ¡Pero no! Era un orangután (con el perdón de esta especie), que mientras conducía degustaba sus vegetales del día. Ese bárbaro. Llegué a pensar que era ciego y sordo porque ignoraba mi bocina y mis señas. Sólo varias cuadras más adelante, al parar en la avenida 27 de Febrero, le pude dar mi discurso de ciudadana ofendida, a lo que el primo de “Buche” me respondió: ¿Y qué? ¿Tú limpias las calles?

Aproximadamente un mes anterior a eso, en la calle José Contreras, un taxista delante de mí lanzó al aire una botella plástica con un jugo amarillo. Este frasco salpicó a un elegante envejeciente que iba tratando de transitar por la acera – digo tratando, porque hasta caminar en las aceras es una odisea con los hoyos y las gigantescas raíces de los árboles. Yo me paré a ver si la botella había golpeado al señor, por fortuna salió ileso del golpe mas no del gran baño dulce.

Ante la indignación, corrí detrás del taxista y anoté los teléfonos de su empresa que por fortuna llevaba escritos en la parte trasera del automóvil. Mientras lo seguía llamé y pedí hablar con el supervisor, le describí la acción, placa y ruta del taxi. Terminé más tranquila porque entendí que aunque no evité el desagravio, por lo menos una reprimenda le darían al conductor (espero). Aunque todavía no entendía cómo en esta época de crisis, un taxista se daba el lujo de tirar por la ventana un jugo cuyo costo promedio es de 35 pesos dominicanos (US$0.75 aprox).  Recién me entero que la costumbre de los taxistas es hacer pipí en un frasco y cuando se llena:  ¡LO BOTAN!

¿Se imaginan lo que estamos viviendo? ¿Cuál es el porciento que debemos dedicar a la educación: 1, 2, 3, 4, ó 100 por ciento del presupuesto nacional? No sería suficiente. Como estamos, es imposible lograr un mejor lugar para vivir; es imposible hacer de buen ciudadano  y tratar de eliminar a estos asquerosos orangutanes vegetarianos que padecen de incontinencia urinaria embotellada y arriba de eso tienen los nervios de decirle a una: ¿Y qué? ¿Tú limpias las calles?

Nota: Buche fue un famoso chimpancé dominicano fallecido hace varios años. En la época de Trujillo se hizo muy famoso porque lo vestían con saco y corbata hasta que atacó a su dueño y lo donaron al zoológico. Allí acostumbraba a echarle buches de agua a los visitantes. El cuerpo del primate fue momificado y se exhibe actualmente en el Museo de Historia Natural. Se estima que nació en 1949.

2 comentarios

  • Jackie, da mucha pena y vergüenza pero esos son los ciudadanos o mejor dichos los animales con ropa que habitan nuestra preciosa isla, lo peor es que de este genero son muchos los que la habitan y todavía peor cuando tu ves una persona en un carro muy lujoso bien vestido y hacen lo mismo, porque tu entiendes que deberían actuar de una mejor manera, pero no es así.

    La educación comienza por casa y no por las escuelas el gobierno puede dar el 100% a la educación y no mejorara nada, somos nosotros los padres los responsables de criar, educar y corregir a nuestros hijos, o en muchos casos a los orangutanes que paren algunas mujeres. Tengo fe en Dios que aunque sea mis nietos vivan y vean un mejor país.

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