Adopep: un sueño hecho realidad

Aquí les comparto imágenes y palabras del acto de juramentación de ADOPEP, el primer gremio de profesionales de etiqueta y protocolo en la República Dominicana.

Me siento feliz y orgullosa de ser su primera presidenta, y profundamente agradecida por el apoyo de todos los que contribuyeron a hacer realidad este sueño.

A mis compañeros de Adopep: Celeste Pérez, Nelly Azar, Enmanuel Pérez, Ridalbi Mateo, Belkis Rodríguez, Sobeya Salazar y Francesca Peña.

Y, de manera muy especial, a mis compañeros de la Academia Internacional de Ceremonial y Protocolo (AICP): Karina Vilella (Argentina) y Víctor Mendoza Coronado (Venezuela), quienes viajaron desde sus países para estar presentes en este día tan significativo para mí y para toda la directiva de la Asociación Dominicana Profesionales de Etiqueta y Protocolo (Adopep).

Invitados internacionales

El acto de juramentación de la directiva fue presidido por Víctor Manuel Mendoza, secretario general de la Organización Internacional de Ceremonial y Protocolo; académico de número sillón 20 de la Academia Internacional de Ceremonial y Protocolo, sede en Brasil, y director de comunicaciones de la Organización Internacional de Ceremonial y Protocolo (OICP), sede en Madrid, España.

Como parte de la agenda se presentó la conferencia magistral “El rol del protocolo en la construcción estratégica de una marca país”, a cargo de Karina M. Vilella, escritora y directora del Centro de Diplomacia Karina Vilella, académica de numero sillón 12 de la Academia Internacional de Ceremonial y Protocolo (AICP), sede en Brasil; adscrita a la Organización Internacional de Ceremonial y Protocolo (OICP), sede en Buenos Aires, Argentina.  

Además contamos con un video que recoge las palabras de felicitación de Pamela Eyring, presidenta de la Escuela de Protocolo de Washington —institución de la que soy egresada—, así como Víctor Mendoza leyó las palabras del magíster Alejandro Negro, presidente de la Organización Internacional de Ceremonial y Protocolo (OICP), leídas por Víctor Mendoza.

Mis palabras en el acto

Hace unos años, hablaba ante un grupo de jóvenes acerca de algo que muchos consideran pasado de moda: cómo comer correctamente.

Pero no me refería solo a cubiertos o posturas, sino a algo más profundo: la etiqueta, el respeto y ese poder silencioso que tienen nuestras maneras al tratar a los demás. 

Todos escuchaban con atención, curiosos… hasta que uno de ellos —que se había mantenido muy pensativo— levantó la mano y me preguntó:

«Tía Jackie —así me llaman los chicos—, ¿y eso para qué sirve? Rara vez como con mis padres; por lo general, como solo, viendo la televisión o la computadora. Ya a nadie le importa eso de los buenos modales».

Esa revelación —triste, pero honesta— me hizo detenerme. Pensé en la educación del hogar. En la dicha de quienes crecimos rodeados del ejemplo de nuestros padres, abuelos, tutores… Y en el privilegio que tuvimos al reforzar esas enseñanzas con verdaderos maestros de la etiqueta, en mi caso de Ilda Kelly, Marina Montolío, Rossy Montolío, Rosa González de Herrera, Antonia Freites, Víctor García Alecont… y tantos otros formadores excepcionales que han elevado esta disciplina en nuestro país.

Recordé también el Manual de urbanidad y buenas maneras, escrito por el venezolano Manuel Antonio Carreño en 1853, un clásico en su género que marcó generaciones en toda Latinoamérica.

Entonces miré a ese joven y le respondí: 

«Tenemos que hacer la diferencia. Los modales nos distinguen, nos posicionan, nos definen. Una persona sin cortesía ni saber estar no está preparada para convivir en armonía con los demás».

Con el afán de multiplicar el mensaje, organicé talleres, ofrecí charlas, enseñé a la gente a sentarse con elegancia… sí… pero, sobre todo, a caminar por la vida con cortesía.

Porque la etiqueta no es únicamente conocer qué cubierto utilizar.

Es una forma de decir: «tú importas», «yo te respeto», y también: «me respeto a mí misma».

Y durante un tiempo, eso bastó.

Eso me llenaba —y aún me llena—.

Pero comprendí que el verdadero impacto, el que perdura, no lo logra una sola voz. Se construye con muchas voces.

Entendí que sola no llegaría a cada rincón del país como yo soñaba.

Necesitaba aliados. Personas que también creyeran que vale la pena cuidar las formas, porque detrás de las formas están las personas.

Hacer equipo no significa ceder la luz. Significa multiplicarla.

Así surgió la Asociación Dominicana de Profesionales de Etiqueta y Protocolo, Adopep.

Nació de muchas voluntades. De personas que aportan su tiempo, su pasión, su experiencia al servicio de algo más grande.

Es un espacio para que los profesionales de estas disciplinas puedan encontrarse, aprender unos de otros, apoyarse y elevar juntos el estándar educativo y humano de nuestro país.

Adopep no solo busca dar visibilidad a quienes ejercen esta profesión con vocación y excelencia, sino también ofrecer al país una fuente confiable de talento capacitado.

Un colectivo preparado para representar dignamente a la República Dominicana en cualquier escenario, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Y hoy, más que nunca —en un mundo donde la prisa ha reemplazado a la presencia—, el protocolo cobra un nuevo valor: el de ayudarnos a volver al centro.

A la esencia.

A la calidez humana.

Esto no se limita a embajadas ni a actos solemnes.

La etiqueta y el protocolo están presentes en lo cotidiano: en cómo saludamos, cómo escuchamos, cómo incluimos, cómo valoramos. 

Hoy estamos haciendo historia.

No por una persona.

Sino por un equipo.

Un propósito común.

Un nosotros que decidió avanzar unido.

Las gracias infinitas a Celeste, quien me impulsó a hacer realidad este proyecto, a Nelly, a Enmanuel, a Belkis, a Ridalbi, a Sobeya y a Francesca.

Por último, que Adopep sea una herramienta transformadora que impulse a nuestro país a convivir con mayor respeto, elegancia y educación. ¡Qué viva Adopep, qué viva la República Dominicana!

Muchas gracias.

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