En busca de ostras encontré el paraíso
Desde algún lugar en Miami recorrimos cerca de 50 millas hasta llegar a Key Largo en el estado de la Florida, Estados Unidos. Unos 50 minutos bastaron para describir con detalles nuestros antojos culinarios. Yo era la invitada, así que era la única que no conocía el lugar de destino final. Sólo sabía de mis ansias por comer unas ostras y en eso querían complacerme mis amigos Sissi y Jesús.
Al acercarnos divisamos la entrada al estilo “marinero”, pues habíamos llegado a la marina del restaurante Pilot House. A punto de entrar, escuchaba ya canciones de los Beatles interpretadas por un grupo musical del lugar. El recorrido hacia la terraza frente a la bahía estaba lleno de detalles marineros con mucho humor, desde ahí supe que la velada me iba a gustar.
Conseguimos una mesa estratégica frente a la bahía, desde donde podíamos disfrutar de la brisa marina, del regreso de los yates al caer el sol, divertirnos con la presentación del simpático grupo y ¡también bailar!
El lugar estaba repleto de caras felices. Tuve la impresión de que estaba lleno de muchos “habitués” del lugar. Las cervezas desfilaban hacia todas las mesas y la nuestra no fue la excepción.
Brindé con mis amigos por la belleza del lugar, canté, recorrí el lugar para tomar fotos, bailé y conversé con el staff.
¡Insuperable! Aún así, el evento se puso mejor cuando llegaron las entradas: calamares fritos sobre pimientos ahumados, bastones de pescado y pastelitos de cangrejo (crab cakes). Sólo recordarlos y se me hace la boca agua.
Mientras elogiaba cada sabor, se intensificaban los temas de conversación, las risas, la música y hasta los años porque de repente cantaban los Happy Birthdays sin parar. Y justo cuando pensaba que no me podía caber más felicidad, llegaron las reinas de la noche: ¡Las ostras!
Un plato repleto de conchas, el olor a mar, las gotas de limón, el chorro de salsa de coctel, la carne fresca nadando en su propio jugo salado y el supremo instante de atravesar mis labios para sorber toda esa exquisitez, me llevó al segundo piso del paraíso donde ya me encontraba.
Ese recuerdo para mí es néctar de vida. El misterioso encanto de aquel molusco “al natural”, provocación fascinante de los cinco sentidos del cuerpo humano y cuya ambición de comer me llevó a Key Largo sólo lo comparo con la maravillosa tarde/noche que disfrutamos en la marina del Pilot House.
Gracias queridos amigos Sissi, Jesús y Katherine por tan maravillosa experiencia.
Ya estoy lejos pero espero regresar pronto.